En el Área de Salud de Cartagena y en la Sociedad Murciana del Dolor estamos de luto desde la
noche del pasado 25 de septiembre en la que falleció nuestro querido y admirado compañero,
amigo y socio honorario de nuestra sociedad, el Dr. D. Héctor López López, a la edad de 84 años.
Yo tuve el placer de conocerlo bien y el honor de empezar mi andadura profesional en el dolor
a su lado en el año 1998 en el Hospital Santa María del Rosell hasta 2006 en que se jubiló.
Fue una gran persona, bondadoso y guerrero implacable contra la injusticia y ese espíritu fue el
que, contra viento y marea, le condujo a participar de manera muy activa en conseguir, en 1980,
una imprescindible Unidad de Reanimación en nuestro Servicio de Anestesia del H. Santa María
del Rosell para mejorar de manera muy relevante la seguridad y la calidad asistencial del acto
quirúrgico-anestésico, y a mediados de la década de los 90, a crear su querida Unidad de Dolor
Crónico, que finalmente ha llegado a ser un referente dentro nuestra región.
Si tuviera que destacar algo de Don Héctor (así le llamaban con cariño y respeto todos y cada
uno de nuestros pacientes), es que no sólo era buen médico, como bien dijo su hija en un
emotivo recuerdo durante su funeral en representación de su gran familia, era un filósofo
humanista y, por tanto, le daba un toque de bondad humana inigualable a su relación con los
demás, pero sobre todo con los pacientes. No puedo imaginar mejor maestro en la relación
médico-paciente, clave en el manejo de enfermos de dolor crónico. No trataba enfermedades,
trataba personas de una manera global, teniendo siempre muy presente su dimensión
psicológica y su problemática social, familiar, laboral o incluso espiritual asociada. Y eso los
pacientes lo notaban y le profesaban un gran cariño y devoción. Muchos de ellos se referían a
mí como “el hijo de Don Héctor”, a lo que yo nunca repliqué orgulloso de que así me
consideraran (recuerdo también cómo se reían Héctor y Mari, su inseparable esposa y gran
mujer, con este tema; no había comida o cena con ellos en que no saliera a colación).
Como profesional, para mí, fue siempre admirable su capacidad de trabajo y de estudio, lo que
le hacía estar siempre al día de todas las novedades e innovaciones terapéuticas farmacológicas
y tecnológicas para el tratamiento del dolor, me encantaba estar con él en la consulta (cosa que
al principio de mi andadura intentaba incluso en mis salientes de guardia) ya que siempre
aprendía algo nuevo de él. Tal era su categoría que convirtió una pequeña unidad de dolor de
hospital comarcal en una gran unidad que acabó dando los tratamientos invasivos de más alta
complejidad. Imposible mejor legado. Todo lo conseguido después, de lo que sé que en vida se
enorgullecía, no hubiera sido posible sin su herencia recibida.
Doy gracias a Dios por haberme permitido aprender de él y mi más sentido pésame a su familia.
Sigue cuidando de nosotros desde arriba, Don Héctor.
Juan Francisco Mulero Cervantes.
Presidente de la Sociedad Murciana del Dolor.
“Hijo profesional de Don Héctor López López”.